jueves, 14 de agosto de 2014

Y, de repente, caes en ese verde que se hace pasar por el color de sus ojos. Sin embargo, sabes bien que es sólo el reflejo de su alma, un alma que transmite esperanza en todos los sentidos que necesites en tu vida.
Y cuando sonríe, entonces estás perdida. No hay nada más adictivo que verlo hacer eso.
El problema llega cuando aprendes a querer sus vicios y manías, cuando rozas su piel y logra acariciar tu alma. Ahí ya no hay vuelta atrás, te enamora con su afán de vivir, con su felicidad por los detalles, por poner su corazón hasta en lo más insignificante que realiza.
Por lo que sólo queda sumergirse en su mundo, en su voz, en su amor. Gritar, reír. Alimentar los sueños que hablan de él. Escribir versos con su nombre nada más empezar y  nada más terminar.

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