domingo, 9 de marzo de 2014

Anoche te recordé, vagaste en mi sueño, me tocaste, abrazaste y calmaste mi dolor. Entonces creí que había llegado mi fin, que no quería volver a la vida para perderte cuando despertara, que mi lugar estaba en tu regazo. No me sentía capacitada para dejarte ir cuando todavía mi rostro se encontraba cubierto de lágrimas aun teniéndote cerca. Noté temblar todo mi cuerpo y estremecerme bajo el calor de tu cuerpo, un calor tan familiar, un calor que volvería a querer sentir cerca de mí. Me rozaste y ya sentí la magia que desprendiste desde que te conocí, esa magia tan peculiar que te caracterizó todo el tiempo que estuve a tu lado.
Sé que te dije mil veces en mi sueño que no te fueses, que no me dejases nuevamente y que te quería. Mas sé que también debías hacerlo pues nada eterno. Desperté angustiada, sin ti, sin un por qué de tu ausencia. Aún después de tantas horas me pregunto por qué mi sueño no podía ser real, porque no puedo tenerte aquí abrazándote aunque tengas que decirme adiós al final del día-pues tendré que irme a dormir y te perdería por unas horas-. Todavía la punzada de dolor permanece en mi corazón. ¿Por qué me dejaste? Me desorienté con apenas poca edad de vida con tu ida. Me hiciste una cría llena de dolor, de terror, de resentimiento. La noche y la oscuridad me consumieron en silencio y  me ahogaba el aire que respiraba. Ya nada volvería a ser como antes si no te veía a la misma hora en el mismo sillón frente a la televisión, si no viajaba para verte una tarde entera y de todo ese tiempo solo era realmente unas horas. Qué vale ya la vida y ese sillón y ese viaje si nada de eso me llevará a tu alma, a tu esencia, a ti.

Siempre contigo, abuelo.

viernes, 7 de marzo de 2014

Cuán difícil se ha hecho respirar estos días desde que me dejaste atada a la cordura y a la nostalgia. Desde entonces la vida me parece absurda-y he perdido mi argumento que me recordaba por qué tenía tal nombre-. He esperado-delante de un café hecho a tu medida y a mis jeans ajustado a tus manos en mis bolsillos traseros- que regresaras y aún no ha llegado la señal de humo de la cafetera que me advierta de que tu café está a punto de ser servido y probado en tus labios por los míos.
Vi películas taciturnas y no logré derramar más lágrimas que cuando no sentí tu calor tras mi espalda-en una noche cualquiera de agosto-. Qué frío, ¿eh?