jueves, 17 de abril de 2014

Seremos el clavo oxidado imposible de sacar de un corazón.

Aún no te he encontrado y ni siquiera tengo valor para ponerte cara, personalidad o la voz que me estremezca por el resto de mis días. No he rozado el cielo al reflejarme en tus ojos porque no ha llegado el momento, la vida me lo está guardando con recelo. Supongo que serás muy especial, que la vida te refugia en sus brazos y no te presenta ante mí porque no ha reunido el coraje suficiente para dejarte ir.
O quizá nunca llegues, que solo seas una fugaz mirada en medio de una gran ciudad llena de desconocidos que viven con prisa. A lo mejor un día chocamos pero no podamos distinguir que estamos hechos el uno para el otro o tal vez alguien se de cuenta antes y no nos permita descubrirlo. Puede que la luz se apague en nosotros y no encontremos la forma de brillar el uno ante el otro para reconocernos a kilómetros de distancia.
Déjame decirte que, aunque no hayas llegado, aquí estoy esperando por ti. No sé si serás más del fútbol o de la música, si tu vicio será comer helado o dormir, si preferirás tomar un café leyendo el periódico o un cubata con todos tus amigos, si tu madre me aceptará o no querrá ni verme, si tus manos contarán mis lunares cada noche o preferirán aferrarse a las mías. No sé todo eso aún y quién sabe si lo sabremos. Tampoco sé tu nombre y ya quiero que llegues y me abraces para siempre.
Mas tampoco sé si en el fondo quiero que llegues, no creo estar preparada para querer a alguien y entregarle el alma con la total confianza de que no me va a dejar hecha pedazos después, ni idea tengo de si podré aguantar a tu lado y no huir a la primera de cambio. Pues la presión y lo desconocido aterra, destroza y aleja.
Solo tengo certeza de que, cuando quieras llegar, te abriré la puerta de mi corazón. Pasarás y me dejaré enamorar, me dejaré hacer feliz y consentir durante el tiempo necesario para que decidas que es suficiente, que ya no hay nada más para seguir. Y te irás, me dejarás y, aunque encontremos a alguien que nos regale la paz total y con quien convivir confortablemente, seguiremos grabados a fuego en el otro. Seremos esa persona que nos permitió conocer el amor como el respirar, la misma que nos regaló el cielo y el infierno- y aún estando más cerca del cielo, bajamos hacia el infierno por estupidez-. Seremos ese clavo oxidado que, por más que lo intentas, está tan clavado dentro que es imposible siquiera el intentar sacarlo. Y, ahí no valdrá el "un clavo saca a otro clavo", porque el nuevo clavo irá a un nuevo lugar, pero jamás conseguirá tocar el centro de nuestro corazón, justo donde el amor explosiona junto a la pasión.