Cuán difícil se ha hecho respirar estos días desde que me dejaste atada a la cordura y a la nostalgia. Desde entonces la vida me parece absurda-y he perdido mi argumento que me recordaba por qué tenía tal nombre-. He esperado-delante de un café hecho a tu medida y a mis jeans ajustado a tus manos en mis bolsillos traseros- que regresaras y aún no ha llegado la señal de humo de la cafetera que me advierta de que tu café está a punto de ser servido y probado en tus labios por los míos.
Vi películas taciturnas y no logré derramar más lágrimas que cuando no sentí tu calor tras mi espalda-en una noche cualquiera de agosto-. Qué frío, ¿eh?
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