jueves, 14 de agosto de 2014

Lo más bonito de él, lo más puro, era el cielo.

Hace días que no oigo su risa
y hace noches que no le veo sonreír.
Pasa el tiempo y pasa la vida,
sigo sin recordar dónde fue la primera vez que le vi.

El susurro de su voz en ocasiones pasea por mis sueños,
aún me aferro a la ternura de su abrazo.
Mas otras veces parece que no lo siento,
que su recuerdo se resbala entre mis manos.

Nunca me atreví a hacer de sus vicios mis manías,
tampoco que sus manías se convirtieran en mis vicios.
Y así nos fue consumiendo la monotonía,
sin él no me consolaba ni el alcohol ni los libros.

Recuerdo que lo más bonito de él era el cielo,
ese paraíso que escondían sus ojos.
Hasta me preguntaba por qué adoraba su infierno,
el que dañaba a alguien más que a él sólo.

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