viernes, 9 de agosto de 2013

Enséñame a ganar.

El susurro de tu voz estremece cada fibra de mí, pero eso no te pilla de sorpresa a estas alturas, ¿no?
Qué dependencia más inesperada tengo ya de ti, qué ganas de abrazarte por la espalda y decirte que ando enganchada a ti y a tu olor, a las noches perdidos entre las sábanas y las mañanas que huelen a café y amor.
Antaño creía -y vaya ingenua estaba hecha- que no había sonido más bonito que el de las olas al atardecer o mi canción favorita, ahora afirmo que el sonido más adicto es el de tu voz ronca de las mañanas, el susurro de un 'te quiero' tras de haber hecho el amor como si fuéramos 2 adolescentes con miedo a morir mañana.
¿Qué te digo? ¿Que tus ojos me atrapan con solo mirarte? Pues sí. Me atrapan, soy fan de ellos e incluso a veces me asustan-bueno, en realidad ellos no-, me asusta el hecho de pensar que un día se vayan sin ni siquiera devolverme la mirada. Y vaya mirada, que hasta Dios querría que, por una vez, ésta se posara en él.
Hoy por hoy sí. ¿Que sí qué? Que me quedo, que sí a tus dudas de si me quedaría a tu lado y que no a tus miedos de si me largo. Que no puedo arrancarme el corazón y largarme tan fácilmente -que sangra, ¿sabes?-, así.
Aterrador es no tener un seguro que me de la completa certeza de que mañana mis dedos van a seguir enredados en tu pelo al amanecer y que nuestra canción sea lo único de fondo cuando eso ocurra.
Que me encantan tus detenciones del tiempo, esas en las que él solo te pertenece a ti y yo un poquito a él, sí, un poquito sólo a él porque mayoritariamente te pertenezco a ti, a ti y a tus caricias, por si se te olvidaba.
¿Se te olvidaba? Bueno, a mí no se me olvida el temblor de piernas y manos cuando estoy a tu lado, quédate con eso si parece más apto para recordar. Igual- y solo quizá, ¿eh?- es más fácil darte cuenta porque mis manos solo se aferran a las tuyas y claro, no es fácil no notar que éstas están muertas de miedo de que las sueltes.
No sabes qué envidia-pero de la sana, no te preocupes- que da tu ropa. Ella está siempre tan pegada a ti como a mí me gustaría pasarme la vida, sin perderme un segundo de tu respiración y del latido en tu pecho.
Tengo que contarte un secreto, uno de esos que guardo con recelo por si alguien quiere copiar y probar-y. entonces, ya sabríamos qué pasaría, que se enamorarían de ti y acabarías dejándome por alguien mejor, o no, bueno- Este es, pero no se lo digas a nadie, guárdalo como yo lo he guardado cada noche, tanto que ni siquiera le contaba a a almohada: Sumergerme en tus sueños. Es mi mayor y particular manía, a veces tengo que decirle que no corran, que frenen, que quiero vivirlos con tal intensidad que parezcan reales-porque sí, me encanta tu lado protector, pero me enamora el soñador- y si hay duda, pues rebobinar y contarte que sí, que todo es mérito tuyo.
¿Cansado? Yo no, pero tú sí, pero es que no puedo evitar gritarle al sistema solar y al universo lo bien que se complementas tus labios con los míos y lo bien que sabe un beso de buenas noches si proviene de ti.
Y menos puedo hacer a un lado el hecho de que un día cualquiera puedes irte por la puerta de casa igual que entraste,-asusta eso, ¿eh? no tienes ni idea-por alguien mejor, como he dicho anteriormente, porque mejores la hay hasta a la vuelta de la esquina. No será por mujeres que no me explico aún por qué tu corazón sigue cantando al son del mío, pero me encanta y es algo que, a veces me agobia, pero me agobia porque no siempre puedo sentirlo.
Así que, quédate tú también, porque comparto tus dudas y tus miedos, tus ganas y victorias. Y, mira, contigo siempre pasa igual, que tus ganas acaban ganando a tus dudas. Enséñame a ganar-aunque teniéndote a ti, he hecho más que ganar-.

No hay comentarios:

Publicar un comentario