sábado, 1 de diciembre de 2012

Casi perfecto.


Despierto junto a ese cosquilleo que hace estremecer hasta la última fibra de mi cuerpo. Noto como mis pestañas aletean rápidamente para que mis pupilas choquen de pleno con la luz del sol, aquella luz cálida que provocaba en mí un sentimiento de júbilo inexplicable. Mis intuiciones han acertado nuevamente, hoy sería un buen día respecto a lo meteorológico. Siento mi cintura bien envuelta entre unos grandes brazos, sonrío. Qué sensación tan agradable despertar con su respiración en mi cuello y su 'buenos días dormilona' en mi oído. Esas manos que antes estaban apoyadas en mi estómago desaparecen, para ocupar un lugar en mi alborotado pelo, lleno de nudos. Aquellas juguetonas manos se entretienen en luchar contra los impecables nudos que mi almohada había formado en mi cabello. Parece una misión imposible, pero nada es imposible cuando se trata de él. Aquel calor esparcido a lo largo de esa cama tan ancha y tan fría que hasta hace poco era para mí, comienza a desaparecer. Noto un hueco, un hueco vacío en mi cama. Doy media vuelta y su sonrisa sigue intacta, ahí, bajo mi almohada, junto a esa fotografía que tanto significado tenía para esta chica enamorada, todo eso y un millón de sueños que aún no se habían cumplido. La sonrisa se desvanece de mi rostro y con calma voy hacia mi armario, escogiendo cualquier vestuario cómodo que pudiera servir un Lunes, un evidente y aburrido Lunes, un Lunes que ya era rutina. Un retoque por aquí y otro por allá, listo. Casi estaba perfecta. Bajo la escaleras y oigo su risa, su risa abajo, en la cocina mientras me llama porque ha derramado de nuevo el café. No puedo evitar soltar una carcajada mientras mis labios sueltan un sonido casi inaudible que viene siendo un 'patoso' totalmente cariñoso. Una vez abajo me dispongo a entrar en la cocina, me parece inmensa esta vez. Y su risa ya se ha calmado. Cojo la cafetera y me sirvo un café en silencio, no tengo mucho tiempo para echar a perder. Introduzco el móvil y las llaves del coche en el bolsillo derecho de mi pantalón. 'El bolso', grita una voz desde el otro lado del salón. Claro, el bolso. Siempre olvido el bolso, la costumbre sigue intacta. Me apresuro, lo recojo y con una fácil y rápida maniobra la puerta se abre ante mí, por una última vez miro la entrada. Está casi perfecta, la casa es casi perfecta.
Entro al coche, suelto el abrigo y mi bolso en el asiento del copiloto, ahí están bien. Cierro y enciendo un poco la calefacción, el sol fuera da sensación de calidez pero el coche parece casi un iglú. Enciendo la radio, nada me convence por lo que me decido a poner cualquier CD de música que él hubiera dejado esparcido entre otros. Green day. Su banda favorita. No adoraba al grupo, pero sí tenía su toque encantador. Y suena 21 guns. Qué viejas eran esas canciones pero qué perfectas a la vez. Bueno, casi perfectas.
El motor ruge y yo me dispongo a dejar atrás esa casa que como bien dije antes, era casi perfecta. Como el disco, como la entrada y como yo.
Casi perfecta porque ahora faltaba él en casa uno de nosotros.


No hay comentarios:

Publicar un comentario