domingo, 4 de noviembre de 2012

¿Habéis notado ese tipo de dolor que te cubre hasta los huesos? Bueno, yo suelo llamarlo a veces decepción de alguien a quien queremos. Cuando le tienes tanto aprecio a alguien y cuando todo se tuerce, duele. Pero no es ese tipo de dolor que dices 'no pasa nada, todo se soluciona, yo paso y no duele'. Qué va, ni mucho menos. Es ese tipo de dolor que sabes que, por mucho que pasen mil años, no vas a olvidar. No olvidarás ni la calidez de sus abrazos, ni sus sonrisas a modo de agradecimiento, ni olvidarás las risas que podían inundar cualquier día malo que tuvieses. Eso no se olvida, pero sí que duele el recordarlo. Duele saber que por mucho que te esfuerces, que por mucho que quieras hacerle a tu corazón creer que nada ha pasado y que puedes seguir, no  puedes, no puedes seguir adelante sin su mano y sin su risa. No eres lo suficiente valiente para pasar de todo lo que has vivido junto a esa persona y hacer tu vida tan normal. Pero sobre todo, no tienes las fuerzas para creer que te ha decepcionado, que quizá todo ese cariño que un día te hizo creer que te daba era mentira, que sería capaz de seguir puteándote y tú sin saber qué has hecho para merecer eso. Qué hay que hacer para olvidarlo, para dejar de llorar, para dejar de sentir que jamás le importaste. Qué hay que hacer para dejar de querer a esa persona y despertarte cada mañana pensando que seguís teniendo aquella amistad tan fuerte que había antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario