lunes, 12 de diciembre de 2011

Que yo hoy no creo ni en la felicidad ni en los finales felices.

Y gritar, gritar para dejar salir toda la rabia contenida durante años por momentos que te han marcado para mal. Gritar hasta notar como tu voz va desapareciendo, dándole paso a las lágrimas. Llorar hasta notar que estás completamente rota por dentro, caer al suelo hundida, y sentir como poquito a poco tu corazón está sangrando por heridas ya cerradas en un pasado. Porque yo hoy, no creo ni en la felicidad y mucho menos en los finales felices, porque pasaron a ser como mitos y leyendas. De esos que nunca se hacen realidad, que sueñas tanto despierto como durmiendo con ellos pero no ves que aparezcan. Y darte cuenta que no siempre puedes bailar bajo la tormenta, porque en cualquier momento esa tormenta puede jugártela caro.

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